Café 9 (Precuela 1 de Café 2)

“Bro.. ¿no te sientes como desnudo?”

José no las tiene todas consigo. El examen es mañana y, pese a haber pasado toooda la noche estudiando, no siente que los conocimientos se hayan asentado correctamente en su cabecita. Va a mil, ¿sabes? Como un rayo, como una moto o como el Correcaminos en su momento menos humilde. Se acaba de hacer un arito que piensa que va a revolucionar su vida amorosa y también un mullet para acabar de consolidar el aumento de posibilidades de tener sexo en el próximo mes. Pero lo cierto es que solo quiere hacer el amor con una persona, y esa persona es Juan. Su amigo, su confidente, su aliado. Juan el listo, Juan el perfecto, que tiene una edad mental de 300 años y que solo ve la vida pasar delante suyo, dejándose llevar, Juan el tío chill de cojones, el que no pone pegas, Juan el jugador de baloncesto, Juan el alma de la fiesta después de beberse dos cubatas, Juan el que pasa de líos, Juan…

… Juan no se siente como desnudo. Pero desearía estarlo. Juan, que está al otro lado de la línea, se le baja la sangre hasta el pantalón y piensa en lo mucho que le gusta José. Lo mucho que le gustaba antes del arito y lo mucho que le gusta depués. José en todas sus formas, José en clase de piscina, José con el pelo bufado, José saliendo del instituto, José comiendo el papel de plata del bocadillo porque siempre va con ansias, José diciendo bro, José mandándole un mensaje de whatsapp rogandándole si pueden salir por la noche al Apolo, José hablando de tías, José cogiendo la moto, y ojalá José cogiéndole a él. Podría por fin decirle algo. Está a huevo, válgame la redundancia. Salir del caparazón. Enfrentarse al rechazo. Enfrentarse a una homosexualidad que no quiere reconocer. Él, que siempre ha sido un Juan ejemplar, con un padre y una madre ejemplar, con una educación ejemplar, una actitud ejemplar, un físico ejemplar. Como Dios Manda. Juan, que siempre ha sido ejemplar, decide no parar ahora.

“Bro… ¿qué dices? ¿No serás un marica de esos?”

“¿Y qué si lo soy?”

Agobio. Inquietud. Juan despega la espalda del sofá, se saca la mano del calzoncillo. ¿Será verdad? ¿Podría José -el pichabrava, el líder, el fanfarrón, el macho, el cuñado- estar insinuando que siente atracción por los hombres?

“Nada, eh… Lo cierto es que…. Mira. No sabía cómo sacar este tema pero supongo que es el momento. De pedidos al río, se acabó. No sé si lo estás diciendo de coña, pero yo voy a hablar en serio. ¿Que qué pasa si lo eres, me preguntas? Pues que te comería la boca, eso pasa. Que me pones burro, tío. Desde el primer momento en que te vi hasta el último. Que ya no sé qué otra broma hacerte para que pilles el rollo. Y esto no va solo de atracción sexual. Eres la mejor persona que he conocido jamás… Aunque me saques de quicio. Supongo que así funcionan las relaciones, ¿no? Todo eso de que los polos opuestos se atraen y tal y cual. No sé, eso es lo que hay. Y ya está. Si ahora quieres dejar de hablarme estás en tu derecho. Si te repugna no te lo tendré en cuenta. Sé que es incómodo. Por mi parte no te voy a acosar ni a tirar la caña más de lo que lo estoy haciendo ahora mismo. Ahora sí que me siento como desnudo. Di algo, porfa. Aunque sea mandarme a tomar por culo.”

Silencio. El más absoluto y sincero silencio. Juan se agobia, supura. Se aparta el teléfono de la oreja y mira la pantalla. Justo se ilumina y aparece uno, dos, tres y cuatro mensajes.

“Jajaja, tío perdona he tenido que cortar…

justo se acercaba Joana a echar una birra.. ya sabes…

nos vemos en el partido *emoticono de pelota de baloncesto*

Deséame suerte *emoticono de guiño*”